Comentario
El fenómeno de la resistencia, de límites netos en la Europa ocupada por el Eje, se difumina e incluso queda semioculto en los países de Asia, África y Oceanía ocupados o sometidos a potencias del Eje, por un fenómeno mucho más amplio y profundo, anterior a la guerra, de límites claros: el anticolonialismo y la lucha por la liberación nacional. Salvo excepciones, todos los países involucrados en la guerra mundial, que para ellos es, en más de un caso, lejana y ajena, a causa de la invasión del Eje, padecen ya la dominación de algunos de los aliados.
Para estos países colonizados la guerra es una ocasión para pescar, para bien, en el río revuelto de las derrotas aliadas y tratar de recuperar lo que realmente les interesa: la independencia. Lo mismo cabe decir de los países dominados colonialmente por países del Eje desde antes de la guerra: la derrota de éstos es la condición de su libertad.
Así, unos y otros oscilarán, en más de un caso, entre la resistencia al Eje, la colaboración con éste, o una mezcla de ambas actitudes, lo más frecuente. Para atraerse a los nacionalistas de las colonias, las potencias fascistas y las aliadas prometerán reformas e independencias, con la boca pequeña, pero muchas veces acabarán por no controlar la dinámica descolonizadora puesta en marcha por ellos..., que son también Estados dominadores.
La resistencia al Eje puede basarse en la convicción ideológica antifascista y antiimperialista; muchas veces suele estar determinada, sin embargo, por las promesas de independencia de los aliados. Los colaboradores de los japoneses o italianos, por su lado, suelen haber creído las mismas promesas hechas por estos ocupantes más recientes; los aliados los tacharán, desde una óptica miope y contradictoria pero comprensible en ese momento, de traidores. Vemos, pues, que nacionalismo, resistencia y colaboracionismo se entremezclan, confiriendo un carácter peculiar, incalificable según los cánones de la resistencia europea, a lo que vamos a llamar, para simplificar, resistencia africana, oceánica y asiática. No hablaremos de la lucha nacionalista anticolonial posterior, salvo incidentalmente.
Añadamos que en África la ocupación por parte del Eje es apenas perceptible -Egipto- o meramente técnica -en Tunicia, por una situación de retirada-; sólo en el momento de estallar la guerra se planteará el dilema colaboración no-colaboración con el ocupante. En los países que eran posesiones de Italia la resistencia no será más que la continuación de la oposición prebélica a la dominación colonial.
En Asia, la mayor parte de los países ocupados por Japón son colonias europeas. De ahí que, en un primer momento, los japoneses -también ellos asiáticos, de color, antioccidentales, potencia extraeuropea ejemplar, etc.- sean recibidos como liberadores -salvo, con una o dos excepciones, por los comunistas-, hasta que se comienza a descubrir que la Esfera de Coprosperidad propugnada por Japón no es, en realidad, otra cosa sino un camuflaje ideológico del imperialismo nipón, del cual coreanos y chinos sabían algo ya.
Los habitantes de Oceanía fueron, en la guerra entre japoneses y aliados, meros espectadores. Salvo excepciones: en ciertas islas, la población recibió a los primeros como liberadores; en otras, se les opusieron como invasores, por su propia cuenta o por la de los aliados.
Hablaremos aquí de los países ya ocupados por Italia o Japón antes de la guerra -Libia, Somalia y Etiopía; Corea y Micronesia, respectivamente; de los países ocupados por el Eje durante la guerra -Tunicia y parte de Egipto, por los italo-germanos-; por Japón, la Indochina francesa -Vietnam, Laos, Camboya-, Filipinas, Malaya y Singapur; las Indias holandesas -Indonesia-, Birmania, Nueva Guinea holandesa, australiana y británica; Islas Salomón británicas, islas Gilbert -hoy Kiribati-, Nauru, Ocean y Guam; hablaremos del caso algo especial de China; del aliado asiático de Japón -Thailandia-, y del propio Japón.